jueves, 13 de noviembre de 2014

El señor Pip, de Ll. Jones

“La historia del señor Watts resultó tan cautivadora como Grandes esperanzas lo había sido para nosotros, los niños. Esta vez toda la aldea escuchó asombrada, sentados junto a la pequeña fogata en una isla casi olvidada, donde sucedían los acontecimientos más inenarrables sin despertar la cólera del mundo exterior ni una sola vez” 
Un hombre blanco, el señor Watts- acaba perdido por diferentes circunstancias en una isla-Bouganville- habitada por negros. En el transcurrir de la historia que la narradora -Matilda,una niña de unos 12 años- nos hace llegar, conocemos que este hombre se convierte en un maestro un tanto particular, pues a través de una única lectura –Grandes esperanzas de Ch. Dickens- que les hace en clase, consigue que ese grupo de chicos se evadan de esa realidad tan cruel que les está tocando vivir: una guerra civil real en la que se enfrentaron dos bandos y que asoló su isla. 

   La novela se convierte así en un ejercicio de metaliteratura en el que el autor enfrenta dos mundos bien distintos: el representado por la madre de Matilda, una mujer aferrada a las creencias que la lectura de la Biblia le transmite- y el representado por Pip/Watts, el de la imaginación, -“ Todos hemos perdido nuestras pertenencias (…) pero estas pérdidas, por graves que puedan parecernos, nos recuerdan aquellos que nadie pueda quitarnos: nuestra mente y nuestra imaginación”, el de la ficción al que se agarra Matilda pues, al final, conseguirá subir a la lancha, huir y comenzar otra vida relativamente feliz en la que repite el modelo de maestra aprendido con Watts: “Aprendí que cada profesor tenía un as en la manga. Pedía mi nueva clase que guardara silencio durante diez minutos- ¿su Hora de leer? Solo eso” 
No obstante, no ha sido una lectura que haya encandilado a todo el grupo: unas manifestaron que las 200 primeras páginas tenían un ritmo muy lento y que, de repente, los acontecimientos reales y efectivos se agolpaban en las últimas 50 páginas. Otras opinaron que no habían conectado con ninguno de los personajes o que, incluso, tenían la sensación de que a la novela le faltaba o le fallaba algo que no fueron capaces de explicar. A pesar de ello, sí que hubo pasajes que despertaron su admiración o emoción.
 En definitiva, una novela triste y dura en la que con la que podremos explicar y valorar la fuerza y el poder de la literatura en tiempos de crisis.
También hay una versión cinematográfica:

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